Tenemos, gran oquedad entre nuestras acciones, y lo marcado como Justo por tanto, no encontramos respuesta en el momento de las penurias y todo se complica. El acto de encontrar bondades en el transitar por la vida con todo, el bagaje que portamos de envidia, malicia, estridencia, consiste en dejar de practicar tales acciones.

 Emprender el camino Justo y honesto, por lo regular tiene relación con una experiencia, que cimbre  nuestra existencia sobre la tierra sin embargo, amerita cierto grado de disposición para comprender lo Espiritual misma que tomamos al entrar a las penurias, sino somos arrogantes, sin embargo solo dolor encontraremos.

Deberemos tener claro efectivamente, el ser Cristiano no depende de religiones, sino más bien de un estilo de vida que sobre salga en la práctica de Justicia, bondad y honestidad. Cuando limitamos a vociferar, sin proveer evidencias de lo que creemos ser realmente, estamos vituperando, lo que deseamos exaltar.

Realizar una oración simplemente, puede ser el comienzo para  decantar hacia la Justicia y nuestro desempeño en la práctica de lo recto honesto dejando, la preferencia por lo perverso. Es claro, que esta determinación no saldrá de nuestro ser, por eso la autoayuda es una falacia.

Con asiduidad y como proceder normal,  por todo medio presentan la estridencia como respuesta mejor acertada, pero jamás presentan consecuencias inexorables por este comportamiento. No lo presentan como desacierto, sino como ser avezado  y defender sus derechos.

Cuestionarse después referente el aumento de la violencia, es absurdo cuando esto es lo mayoritario que presenciamos.  Por eso un actuar Justo y honesto es defenestrado ignorando, que la ideología del más fuerte de los animales no se aplica a los que razonan.

Por  todo medio, la sociedad desea hacernos participantes y creyentes, de que la violencia es el proceder  más fructífero de la vida. Cuando la forma correcta de alcanzar vida abundante es practicar Justicia, honestidad y bondad.

Con la avaricia, envidia, falsedad y estridencia de la violencia no se puede asimilar, cosa diferente a la misma decadencia producida, por  estos patrones de vida.

 Por lo tanto, es necesario practicar la Justicia, honestidad y verdad, así atisbar las variadas formas  que se obtiene la victoria, sin acudir a la injusticia.

Recordemos que nuestro bienestar duradero, está localizado detrás del bienestar hacia nuestro prójimo.

Identificar al carente verdadero  es cosa de discernimiento Espiritual, pero al carecer de ello mejor es sopesar por razonamiento. El énfasis de sus penurias y endilgando, carga sobre nuestra persona ese tal vez, no es carente verdadero.  

Procuremos discernir más certero, adyacente a la práctica de Justicia, bondad e integridad para ser imbatibles. Alcanzando la vida abundante donde primero se busca el reino de Dios y todo lo demás se nos concede sin acudir a la injusticia. 

Ser diligente, acrecentara nuestros bienes, pero él perezoso, languidecerá en su pereza. Nada tiene de relación, el ser intolerante y obstinado con la diligencia en la cual efectivamente, está la prudencia.

Ser arrebatado e impulsado por los sentimientos así, cometeremos muchos atropellos. Meditar buen nuestros procederes con ventajas y desventajas, sin embargo, presentara carácter de persona fiable de consultar por los aciertos vividos.

En época de administración efectivamente, deberemos mejorar nuestros recursos con Justicia y equidad sin dañar al prójimo.

Lo manido es acudir a la injusticia, para  acrecentar los bienes olvidando, que la pobreza radica en la actitud ante los bienes y no en la cantidad de ellos.

Delante de las variadas, formas de injusticias y depravaciones que suscitan como maneras validas, por lo tanto, se facilita cometer injusticias, con el mínimo pesar o sentimiento de culpabilidad de razonar sobre nuestros actos.

La popularidad de la injusticia y depravación, pulula debido a no requerir esfuerzo alguno, pero lo no comprendido es que la falta de honestidad y rectitud sumerge en detrimento, a pesar de ello persistimos en la injusticia, pues bien,  obtenemos completa insensibilidad para discernir lo bueno de lo malo.

La decisión es clara, pero no podemos percibirla y mucho menos nos apetece, quizá una penuria fuerte ayude a recapacitar.