Muchas veces colocamos a Dios en dilema, que está alejado de la solución óptima; solo se adhiere a nuestras apetencias, así de díscolos accionamos, y deseamos que todo nos sea venturoso. Mejor es ir a la fuente de la fe que es su palabra; los principios Espirituales que guían en toda acción. Ello amerita compenetrarse en la santidad, y nos resulta más cómodo tratar de averiguar por la injusticia; solapando que la injusticia produce más injusticia; en el sufrir las consecuencias de nuestras acciones marras, vemos la vida esfumarse sin tomarle sabor. El sabor de la vida está en la práctica de Justicia.

Existen ocasiones que acciones elementales y básicas de nuestro oficio quedan obnubilados, cuando no es de realizar para bien la acción; ante nuestros ojos pareciera que lo esperado va irnos bien, mas no vislumbramos todo el panorama y podemos marrar. El contentamiento es parte de nuestra salud mental, cuando sabes que diste todo lo posible; sin resquicio del momento. Bueno es en esmerarse, prepararse y capacitarse en todo tiempo, nunca sabes cuando lo requerirás; recuerda, es tiempo competitivo no de estancarse con mediocres conocimientos.

Al acaecer situaciones no gratas sobre nuestra vida, somos prestos a despotricar contra ello; sin analizar si es justo pago de nuestro proceder o encierra propósito más elevado. Los que aman a Dios todas las cosas le ayudan a bien, no perdamos la brújula inerrante de la fe en Cristo. Para los que la esperanza eterna es fruslería, arduo camino de violencia y desespero resta. No es que existe dos facciones inamovibles una fácil y otra difícil, mientras exista vida podremos elegir por nuestras acciones, pero no oscilar entre ambas. Realiza a los demás acciones de bienestar que desees que los demás ejecuten a tú favor.

La avaricia imperante de los que tienen capacidad para manejar riquezas, torna en tráfago injusto lo que debería ser sosiego y Justicia. Perdido de vista que es mejor un puño con tranquilidad que ambos con fatiga, conduce a muchos males; la vida del hombre no consiste en la cantidad de bienes que posea, sino en el contentamiento y correcta utilización de ello. Ejercer Justicia en todo tiempo conduce a vida pletórica, fuera de la cantidad de bienes poseídos. Cuando aumentan los bienes aumentan los que los consumen.

Hogaño el temor desmesurado a los cataclimas y fuerza de la naturaleza mediana mente intensos, pero no es el fin del mundo: en esa fase se esperan movimientos cósmicos donde la esperanza mantendrá en pie a los elegidos. Ser elegido tiene estrecha relación con ejercer Justicia, bondad y misericordia, en la fe con Cristo. Esta realidad para muchos es fruslería ante requerimientos monetarios; pero ignoran que lo Espiritual colma áreas restantes.

Hemos relegado la Justicia, derecho y honestidad, por el hacer dinero al precio que sea; ignorando que la vida no consiste en la cantidad de bienes poseídos, sino la forma justa de obtenerlos acorde a nuestra capacidad. Algo no contemplado es la capacidad personal, para que la riqueza no torne en un adverso. Obnubilados por la avaricia, damos rienda suelta al tráfago de injusticias que insuflarán de dinero nuestros bolsillos, pero de viento en el contenido esencial de la vida.

Con antelación externan el propósito de la acción, es una estulticia evadir dicho propósito; a menos que encierre el fin cosas indefinidas, pero bueno es la admonición a tiempo de enmendar. Radica la murmuración y la admonición, en que la segunda brinda corregir y hasta coadyuvar en su solución; por eso, menos adeptos a la admonición y más a la murmuración. La excusa manida para la murmuración es que la lengua no tiene hueso, pero el dominio propio debe imperar para decir lo correcto y no fruslería. Las palabras no se las lleva el viento; ellas determinan el ambiente que tapizará, nuestra estancia sobre la tierra. Nuestra presencia es del que provee soluciones o del conflictivo, de esto, depende tener o no puertas abiertas a mejoras.