
Formar una sociedad no declinada a destrucción y a la perversidad, requerirá de una mentalidad alimentada en su alma, de acciones que sean edificadas en normas, aprobadas por nuestro Creador.
Seamos compasivos (teniendo empatía por el dolor ajeno), lleguemos a amar a nuestro prójimo, misericordioso (recordando que recibiremos de lo dado, en esta vida sobre la tierra) y humildes (aceptemos la voluntad del creador siendo presto en reaccionar conforme a su carácter).
No devolviendo mal por mal, mas bien venciendo el mal con el bien (esto es poner la otra mejilla, para dejar lugar al accionar del Creador.
Amar la vida es refrenar su lengua del mal (todo lo que salga de tu boca, sea para edificar a los oyentes y prójimos) así mismo dar gloria a Dios.
Recuerda: Los ojos y oídos de Dios, Creador de cielos y tierra están sobre los justos.
El rostro del mismo está contra los que decidan ejecutar acciones perversas (toda acción fuera del carácter del Creador).
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