Hogaño y
antaño, la maldad es inherente al corazón del hombre; y la única manera de
defenestrar de la maldad es por la transformación de nuestro corazón. Poder
discernir entre lo bueno y malo proviene del ámbito Espiritual de Cristo, y no
por ambiciones personales.
Lo
paradójico es por iniciativa propia
pretender este cambio del corazón; permaneciendo en tal decadencia.
Acudamos a Dios con rectitud de corazón, en obediencia a sus normas de ganar y
sí lo lograremos
No hay comentarios:
Publicar un comentario