viernes, 24 de marzo de 2017

Hogaño y antaño, la maldad es inherente al corazón del hombre; y la única manera de defenestrar de la maldad es por la transformación de nuestro corazón. Poder discernir entre lo bueno y malo proviene del ámbito Espiritual de Cristo, y no por ambiciones personales. 


Lo paradójico es por iniciativa propia  pretender este cambio del corazón; permaneciendo en tal decadencia. Acudamos a Dios con rectitud de corazón, en obediencia a sus normas de ganar y sí lo lograremos

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