Con gran facilidad nos encausamos para dañar al prójimo, donde es difícil perder el objetivo o target de daño; y toda rémora presentada a nuestro objetivo es considerada como aliciente, para perpetrar el daño, sin estimarlo como espacio a la reflexión todo lapsus acaecido.
 Recordemos, ser misericordioso para recibir misericordia, pero con el ejemplo de vida actual todo lo atroz causado al prójimo es satisfacción sin llegar a comprender el mal levantado en nuestra contra.
 
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