Deseamos causar gran estrago al que nos ofendió y se deja de observar la justicia, misericordia y condescendencia tornando al afán de venganza en olvido de la languidez espiritual que es inmanente a tal acción.
Pocos reaccionan por convicción dejando a Dios el lugar de retribución que sea realizado en el tiempo oportuno; que no es pagando mal por mal que veremos recompensa, sino en evidencia de la justicia en todo tiempo.
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