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Es asiduo la amabilidad y cortesía con el que calculamos que puede retribuirnos, pero no así con el menesteroso. El tesoro Espiritual no esta con tal proceder, sino con el de apoyo al necesitado.
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Anteponer nuestro confort al socorro del desvalido no parece que amamos a nuestro prójimo, sino prima el egocentrismo.
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Unos actos de aflicciones pueden limar asperezas para conformar nuestro carácter al Reino de Dios <br>
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