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Presenciar milagros y prodigios en vida propia va de la mano con apartarse de maldad, injusticias, y toda obra ruin. La rareza de ellos es nuestra cercanía a la perversión.
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Ser testimonio de rectitud no es basilar con la oscilación de la practica de justicia e injusticia, sino ser testimonio de Jesucristo es la practica asidua de justicia sobre nuestra estimación.
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