viernes, 8 de diciembre de 2017
Ser manso, humilde, y libre de albergar malicia en nuestras intenciones diarias, es tomado como impedimento al disfrute de la vida; cuando este proceder es propio del impulso hacia la prosperidad integral. El que califica al revés es la sociedad decadente, Dios no ha cambiado; por más que disfracemos de nombre el pecado, rinde detrimentos a quienes lo practican o se regodean en ello. El pecado hace separación entre Dios y el hombre, y no es escuchado por Dios.
Poco nos interesan estas minucias creemos, hasta avecinarse alguna adversidad que agote nuestros recursos, al comprobar que solo la fe en Cristo salva; tendremos otra oportunidad de vida, de lo contrario la muerte forjada por nuestros pecados.
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