llenar el país de violencia que contamina la tierra no por polución, sino en lo moral aunado a la idolatría que es todo lo que toma el lugar de Dios, y se entroniza en el lugar de preponderancia que debe tener la obediencia a Dios.
No es de extrañar que nuestros clamores sean rechazados como hemos ejercido desobediencia a las directivas conducentes a la vida pletórica.
La multitud de injusticias obnubila con intersticios la piedad que clamamos.
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