Para colocar nuestra confianza en Cristo siempre, y no procurarlo cuando el temor y la aflicción se ciernen sobre nuestra persona; debimos conocer su carácter desde antaño y practicar diariamente su proceder.
De padecer tendremos; pero no es lo mismo con esperanza y fe, que sin ella. Recordemos que la violencia es la ira sin esperanza.
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