domingo, 28 de enero de 2018

Con antelación externan el propósito de la acción, es una estulticia evadir dicho propósito; a menos que encierre el fin cosas indefinidas, pero bueno es la admonición a tiempo de enmendar. Radica la murmuración y la admonición, en que la segunda brinda corregir y hasta coadyuvar en su solución; por eso, menos adeptos a la admonición y más a la murmuración. La excusa manida para la murmuración es que la lengua no tiene hueso, pero el dominio propio debe imperar para decir lo correcto y no fruslería. Las palabras no se las lleva el viento; ellas determinan el ambiente que tapizará, nuestra estancia sobre la tierra. Nuestra presencia es del que provee soluciones o del conflictivo, de esto, depende tener o no puertas abiertas a mejoras.

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