Hemos adquirido
la práctica de retener lo mejor para la persona que según nuestra acepción, es
más honorable y digna de tal obsequio y no parece tan mal, sino por una pequeña
objeción que no deberíamos usar, la acepción de personas.
Nuestro
juicio nunca será correcto pues nuestras inclinaciones siempre son desviadas
por deseos y apetencias aunado a estas la apreciación de la vista, al ver una
persona mal trecha y una con ostentosidad no dudamos, ofrecer mejor trato a los
que creemos que pueden favorecer nuestro gesto de amabilidad, por supuesto con
más generosidad que la ofrecida.
Este parece
ser nuestra gran falta a la rectitud de carácter, pues no ofrecemos des
interesada mente sino con la expectativa de invertir poco, obteniendo mucho.
De la misma
manera ha surgido infinidad de congregaciones de religiones, no por que quieran
vivir justa y recta mente sino por las ganancias que ofrece comandar una cueva
de esta calaña de mafias.
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