Toda
injusticia o impiedad realizada desata la ira de Dios que es su justicia. Pues bien,
Dios no castiga pero si disciplina a los que Él ama. Puede ser que por cuenta
propia realizamos lo que origina lo punible, esto es, no obedecemos las reglas
para vivir, sino vamos languideciendo en todo ámbito con la desobediencia,
altivez y ensimismamiento.
En casos de supina tontería achacamos despropósito a Dios, de manera que
consecuencias de nuestra desobediencia las consideramos castigos
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