Erradicar del proceder diario corrupción que el pecado, mentiras y artes de malicia producen no es cuestión de férreas convicciones porque el mal habita en el corazón del hombre.
Un real cambio empieza desde el corazón, y no solo es limitante de hábitos externos engloba lo interno; un remozar sin incluir lo Divino es falacia, porque maldición es confiar al hombre lo que es a Dios.
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