Desde el corazón como centro de emoción, razonamiento y percepción del Espíritu, podremos reconocer que Dios existe. Las cosas palpables de la existencia de Dios están en las cosas visibles, pero obcecado en su negación somos entregados a una mente reprobada; la negación suscita languidez y decadencia, al querer surcar la trayectoria de la vida en desapego de directrices Divinas.
La verdadera libertad contiene reglas para no ser libertinaje; algo acéfalo no es y la forma que paga con la vida eterna es practicar su palabra, porque el pecado paga con muerte eterna. Muchos prefieren la muerte en práctica del pecado, que fenece en todo ámbito que contenga esperanza.
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