Tener la
seguridad de que nadie acometerá para dañarnos,
cualquiera que sea el medio donde nos desempeñemos, es la práctica diaria de la justicia, verdad
y bondad.
No seamos
como los de religiones que se excusan de detrás de una biblia, para cometer sus
fechorías, y creen que la asistencia a templos bastará para librarlos de las
responsabilidades de sus pésimo carácter como lo que dicen ser, más sus
pensamientos, palabras y acciones niegan lo que vociferan a todo pulmón.
Por todo lo
anterior es fácil detectar a los verdaderos protagonistas de esta protección,
asistan o no a religiones.
Observemos
los procederes de justos e injustos y decidamos lo mejor, que por lo general es
la justicia que genera paz.
El problema
inmediato es no tener muchos modelos de justicia, veraces y que practiquen
bondad.
La solución
es determinar por convicción indagar lo que es justicia según Dios, y no los hombres
no dejando perturbar nuestro desempeño por las aparentes conveniencias de un
comportamiento fraudulento, violento e injusto.
Recordemos
que los frutos de injusticia son evidenciados casi instantánea mente, los
frutos de justicia llegan en momentos oportunos no según nuestra apreciación
sino cuando Dios lo estima que lo requeriremos.
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