viernes, 30 de noviembre de 2012


Tener la seguridad de que nadie acometerá para dañarnos,  cualquiera que sea el medio donde nos desempeñemos,  es la práctica diaria de la justicia, verdad y bondad.

No seamos como los de religiones que se excusan de detrás de una biblia, para cometer sus fechorías, y creen que la asistencia a templos bastará para librarlos de las responsabilidades de sus pésimo carácter como lo que dicen ser, más sus pensamientos, palabras y acciones niegan lo que vociferan a todo pulmón.

Por todo lo anterior es fácil detectar a los verdaderos protagonistas de esta protección, asistan o no a religiones.

Observemos los procederes de justos e injustos y decidamos lo mejor, que por lo general es la justicia que genera paz.

El problema inmediato es no tener muchos modelos de justicia, veraces y que practiquen bondad.

La solución es determinar por convicción indagar lo que es justicia según Dios, y no los hombres no dejando perturbar nuestro desempeño por las aparentes conveniencias de un comportamiento fraudulento, violento e injusto.

Recordemos que los frutos de injusticia son evidenciados casi instantánea mente, los frutos de justicia llegan en momentos oportunos no según nuestra apreciación sino cuando Dios lo estima que lo requeriremos.

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