La ira de
Dios no es enojo, molestia y violencia sino justicia, manifestada en las
consecuencias de nuestros procederes con sus frutos respectivos.
Por esto el
único responsable directo de lo que nos acontece en esta vida, es directa mente
proporcional a nuestro desempeño acorde a la justicia, verdad y misericordia.
De nada
sirve los ritos, esfuerzos humanos y demás como asistencia o no a templos y
memorización de letanías si no practicamos diaria mente aquello que debería ser
nuestro desempeño idóneo.
A fecha
ponemos a nuestra espalda lo justo, verdadero y lleno de bondad, recibiendo el
fruto de estas acciones sin comprender y rectificar, nuestro proceder por la simple
razón que no contamos con modelos de vida en rectitud, y lo que si venos es lo
inverso que logra programar nuestra conducta.
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