martes, 28 de agosto de 2012


La ira de Dios no es enojo, molestia y violencia sino justicia, manifestada en las consecuencias de nuestros procederes con sus frutos respectivos.
Por esto el único responsable directo de lo que nos acontece en esta vida, es directa mente proporcional a nuestro desempeño acorde a la justicia, verdad y misericordia.
De nada sirve los ritos, esfuerzos humanos y demás como asistencia o no a templos y memorización de letanías si no practicamos diaria mente aquello que debería ser nuestro desempeño idóneo.
A fecha ponemos a nuestra espalda lo justo, verdadero y lleno de bondad, recibiendo el fruto de estas acciones sin comprender y  rectificar, nuestro proceder por la simple razón que no contamos con modelos de vida en rectitud, y lo que si venos es lo inverso que logra programar nuestra conducta.

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