viernes, 1 de febrero de 2013


Por falta de prudencia decimos y hacemos cosas que están lejos o al canse de nuestra jurisdicción, pero que no nos compete decir o actuar al respecto.

La mayoría de sandeces  que provocamos en vida  propia es por no divisar el mal, y apartarnos de ello; saber que es bueno y que no depende del grado de sensibilidad o discernimiento de lo que es malo, según el cúmulo de acciones diarias y no según las reglas de comportamiento Divino.

De estar en el caso que nuestras acciones están basadas en el robo, la mentira, injusticia y violencia, toda acción cometida según nuestra apreciación será buena.

No divisando tener algo que corregir pues nuestra conciencia estará insensible, para querer compararse con las reglas Divinas.

Sólo decidimos cuando somos forzados por una situación adversa o de vida, acercarnos a averiguar  cuáles son esas reglas Divinas.

Siendo ahí precisa mente cuando vemos lo que tenemos que corregir, de no querer corregir vendrá nuestro desenlace de vida.

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