Por falta
de prudencia decimos y hacemos cosas que están lejos o al canse de nuestra
jurisdicción, pero que no nos compete decir o actuar al respecto.
La mayoría
de sandeces que provocamos en vida propia es por no divisar el mal, y apartarnos
de ello; saber que es bueno y que no depende del grado de sensibilidad o
discernimiento de lo que es malo, según el cúmulo de acciones diarias y no
según las reglas de comportamiento Divino.
De estar en
el caso que nuestras acciones están basadas en el robo, la mentira, injusticia
y violencia, toda acción cometida según nuestra apreciación será buena.
No
divisando tener algo que corregir pues nuestra conciencia estará insensible,
para querer compararse con las reglas Divinas.
Sólo
decidimos cuando somos forzados por una situación adversa o de vida, acercarnos
a averiguar cuáles son esas reglas Divinas.
Siendo ahí
precisa mente cuando vemos lo que tenemos que corregir, de no querer corregir
vendrá nuestro desenlace de vida.
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